No me importaba que se fuera, que me dejara. En ese momento no sentía dolor ni angustia. No me importaba que ya no me quisiera, tampoco la forma fría en la que me miraba. En ese momento, lo único que me retorcía la mente era que al irse me despeinara de esa forma tan cruel. Pasó por mi cuerpo como si nada y se dió el lujo de desarreglarme el pelo y la camisa con ese gesto despreciable que chorreaba lástima. Todavía me queda algo de rabia por la humillación de haber salido él tan ileso y yo tan acabada...como si en vez de amarme todos estos años hubiese arrasado conmigo y de mí ya no quedara nada.
C
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