Rather than love, than money, than faith, than fame, than fairness... give me TRUTH.


27 de mayo de 2009

Siempre vuelvo a la misma fuente...


-Nos encontramos en Recoleta-me dijo
[...]Caminamos hasta un paseo llamado Buenos Aires Disign, lleno de negocios de arte y decoración y restaurantes. Nos sentamos en la vereda del Hard Rock Café. No podía creer tenerlo en frente despues de tanto tiempo.[...]
-Te veo mejor-me dijo, y le agradecí-.¿Seguís medicada?
Le contesté la verdad: que tomaba ansiolíticos y antidepresivos, pero que quería dejarlos porque me sentía bien.
-¿Seguís con Néstor?
-Sí. Y vos, Ale, ¿estás de novio?
-Sí.
-¿Cómo se llama? ¿Quién es?
-Se llama Claudia
-Ah...¿Y qué hace? ¿Hace mucho que están juntos?
-Hace dos meses...Pero ¿Por qué no le preguntás a ella mejor?
-¿Cómo?
-Mirá, ahí viene.
Lo miré a Alejo, azorada, y después vi venir a una mujer rubia, que caminaba como una bailarina y se acercaba cada vez más a nuestra mesa. Ví que el le sonreía mientras la desvestía con la mirada. Volví a mirarla a ella. Alejo se levantó.
-Claudia, ella es Cielo. ¿Viste? Acá está, tanto que querías conocerla. Ahora te podes quedar tranquila.
Sí. Fue todo una trampa. Alejo me citó para que su novia no lo celara. Ya me imagino esa conversación: "No podés estar celosa de ese desastre que es Cielo. Está toda cortada, pesa cuarenta kilos y está completamente loca". Ella seguramente hizo caso omiso y habrá dicho: "Hasta que no la conozca no voy a quedarme tranquila".
Claudia me saludó con un beso. Yo me quedé mirando, atónita. Él le dió un beso en la boca. Mis ojos se abrían a la vez que mi garganta se cerraba. Claudia compartió la mesa con nosotros.[...]
[...]¿Cómo pudo hacerme eso? ¿Estaba soñando? ¿Era acaso verdad? Estaba sentada a la mesa con Alejo, el hombre por el que me quité la vida, y su nueva novia, mi reemplazo.[...]

Pedí disculpas y fui al baño del bar con mi cartera. Me temblaban las manos. Se me caían las lágrimas de odio, de pasión desenfrenada, de celos, de impotencia, de no poder creer lo que me estaba pasando. No quería darles el gusto de que me vean llorar. Busqué desesperada con mis manos temblorosas dentro de mi cartera. ¡Maldición! No estaba. Seguí buscando: "Estoy segura de que tengo uno". Lo encontré finalmente: un sacapuntas recién comprado, filoso como ninguna otra cosa. Temblando pero ya suspirando por el alivio que iba a sentir a continuación, extraje con las uñas los pequeños tornillos. Y me corté los brazos una veintena de veces con dolor (no el del metal en mi piel, sino el del reemplazo) y placer.

Abzurdah - Páginas 267/268.

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